Este joven pintor sigue amorosamente la tradición de las naturalezas muertas o bodegones de la pintura universal. Lo hace, según declara, "para aprender el oficio".
Pero es evidente que el oficio está más que aprendido y que esta pintura, a la manera tradicional, ya ha sido aceptada por el mismo público donde la tradición se originara, el público europeo, en una exposición que recorriera Francia, Alemania, España y restantes países. Por otra parte, "era muy difícil partir de la nada", y como ha observado la crítica, Pedro Diego Alavarado ha tomado la naturaleza muerta en el momento en que Cezanne la dejó. es una pujante naturaleza mexicana, que se muestra en todo su esplendor en Tepoztlán, donde el pintor reside, y que transparenta no sólo su acabado oficio, sino exaltada visión personal.