Cuando uno lo ve llegar sabe que es un artista. Toda su apariencia, su expresión, sus ojos de mirada profunda nos indican que estamos ante uno de esos seres sensibles, apacibles por fuera y tormentosos por dentro. De los que plasman sus emociones y su concepción del mundo en la hoja en blanco del poeta, en el lienzo del pintor.
Y Pedro Diego de Alvarado, es un pintor que se negaba a pintar. El había encaminado sus inquietudes artísticas hacia la fotografía. Se escondía tras la lente y revelaba en blanco y negro su visión del mundo. Pero un día descubrió que un gran fotógrafo, como Cartier-Bresson, abandonó la cámara y se puso a dibujar. "Empecé a dibujar y dí el primer paso hacia la pintura", nos dice convencido.
Tenía sólo 18 años, en 1974, cuando ingresó a la Escuela Nacional de Pintura La Esmeralda, estudios que prosiguió en la Academia de San Carlos con el maestro Gilberto Aceves Navarro. Y, como siempre sucede, el París de los eternos sueños del artista lo llamó desde el otro lado del mar y allá fue. Durante el 77 y el 78 dibujó y pintó cerca de Henri Cartier-Bresson, Jacques Hartmann y Gerard Barthelemy. También aprendió litografía.
Tras aquella experiencia europea donde logró exponer en Remes y en París, volvió a México y, para 1980, realizó una expo individual en la galería de Lourdes Chumacero al tiempo que trabajaba el paisaje en Guanajuato bajo el ojo avisor del maestro Jesús Gallardo.
Su inquietud de aprendizaje no se detiene. Sientela necesidad de buscar y buscar horizontes nuevos, enriquecedores. Así pinta en el taller del maestro Ricardo Martínez y aprende grabado sobre metal con Mario Reyes. Hay más exposiciones individuales y mayores inquietudes. Siempre en búsqueda de la belleza se instala en su casa de Tepoztlán. Sobre ella dice: "Simplemente me siento muy bien ahí. Es un sitio fantástico tan cercano a la ciudad de México al que se puede ir y venir en el mismo día y, como todos los centros espirituales del mundo, Tepoztlán es sagrado". Ahí existe un gran filón para plasmar en el lienzo. Se suceden con fluidez sus naturalezas muertas (de las que el destacado crítico de arte Olivier Debroisse asegura: "Pedro Diego retomó la naturaleza muerta en el momento en que Cézanne la dejó") y sus paisajes mexicanos exaltan el color de la patria.
No obstante su juventud y la época que le ha tocado vivir, este pintor no escapa a la fascinación del muralismo. En el 89 pintó un mural de 60 metros cuadrados en el Museo Amparo, de Puebla, para lo cual se instruyó en el estilo veneciano con el maetro Vlady. Otra vez los viajes a Francia y España lo distancian del terruño al que siempre vuelve. En el 92 se dedicó a profundizar en la serigrafía en el taller de José González Casanova.
En 93 su obra reciente tuvo un gran éxito en la Galería de Arte Mexicano donde presentó 28 lienzos trabajados en temple-óleo, en los que recrea su casa, su jardín y su estudio. El asegura que quiere recuperar el oficio de pintor que, desafortunadamente, se está perdiendo. "Por eso -dice- deseo regresar a la fuente y recuperar los siglos de pintura que nos preceden".
Aquí, en la sala de entrevistas de Casas & Gente comentamos con Pedro Diego de Alvarado, nieto del gran Diego, sobre sus planes inmediatos, ya que ha sido uno de los creadores artísticos que ha recibido una beca por tres años por parte del Sistema Nacional de Creadores Artísticos. La controversia surgida en torno a la entrega de becas a las "vacas sagradas" del arte no alcanza a Pedro, quien no pertenece a ese grupo. El corresponde a los creadores jóvenes (38 años) que todavía tienen mucho camino por andar. Su respuesta es sencilla: "Voy a Inglaterra a trabajar cerca del maestro Armando Morales, nicaragüense, uno de los pintores latinoamericanos más importantes y reconocidos en el mundo. Aunque México es un país muy generoso con sus artistas y existen tantos y tan buenos pintores, en Europa se busca ese otro nivel de apertura, de mercado, de competencia; es importante tener un reconocimiento allá", dice en tono reflexivo Pedro Diego y prosigue: "Estamos a finales del siglo XX y es el momento de recuperar el oficio, el saber hacer. Grandes pintores como Picasso y Matisse hicieron lo mismo a finales del XIX. Luego vino esa avalancha del Arte Moderno que se apartó del ´a b c´ y es necesario recuperar estos rudimentos esenciales para recuperar también la libertad la libertad. Para los pintores de hoy este fin de siglo marca un cambio de época que apela a nuestra creatividad para saber que hacer. No se trata de ir para atrás, ¡No se puede!
Es necesario experimentar e ir siempre adelante. Por eso en 1994 pretendo trabajar siguiendo el estilo del renacimiento, retomando el oficio del maestro con los alumnos. Es necesario ligar la pintura con sus raíces más profundas. Tomar la luz y reflejarla".
Ente tanto su obra reciente, expuesta en la Galería de Arte Mexicano a fines de 93, viaja a Tijuana y de ahí emprende una gira por el interior de la República. "De esta manera no estaré ausente del todo".