Una geometría para la realidad: La interrogación óptica del elemento pictórico.
Si una tradición cultural condiciona el quehacer de un artista, la libertad creativa se libera sólo en su talento. Pedro Diego Alvarado pertenece a una tradición cultural que se entrelaza a una tradición familiar. Su talento se expresa en una dimensión donde buscar una geometría para la realidad es encontrar una armonía compleja de orquestación en varios niveles simultáneos.
Su superficie pictórica, materialmente estratificada, encuentra sus variaciones tonales a través de un raspado que busca correspondencias en profundidad. Paralelamente, en la pintura de Alvarado los temas que afloran de la tradición figurativa - naturalezas muertas o paisajes - aparecen más allá de un pretexto formal. Hay en la interrogación óptica del elemento representado, un hieratismo donde el color local se manifiesta, y la fruta se vuelve resbaloso verde o roja redondéz o áspero amarillo.
Algunas naranjas se arrinconan en el ángulo de un cajón, dos piñas se asoman al margen del cuadro y varios tomates se extienden equidistantes en una superficie indefinida. Todo el juego surreal se ha decantado y las estilizaciones geométricas sabidas preanuncian otros ecos.
En las grandes composiciones ³Nopalera² y ³Arpillas de Avena² I y II, lo abstracto y lo figurativo recíprocamente se fundamentan. La intensidad formal se transforma en tema y las arpillas extremadas de su propia elaboración pictórica, van en perspectiva a encontrar su propio peso figurativo. La tridimensionalidad, los puntos de fuga, el espacio tradicional, adquieren el valor de una metáfora donde la clave puede estar en la factura pictórica que, como una escritura, atraviesa toda la superficie plana de la tela.
En la pintura de Pedro Diego Alvarado, los valores formales se han encarnado y buscan la densidad de lo individual y vivo.